Ayer...
...pregunté por ti. Sigues sin preguntar por mí. Me duele. Esperaba (inocentemente) que tuvieras la valentía de aceptar que me recuerdas. No la tuviste para despedirte ¿por qué iba a ser mi legado diferente?
Hoy me prometí soltar las últimas lágrimas por ti y no pude evitar reírme cuando me hice esa promesa. Hace tanto que no lloro por ti, ni por tu recuerdo, ni por lo que fuimos... Hace tanto, que la promesa sonaba a guisantes congelados, olvidados en el último cajón, cubiertos de escarcha. Ahora lloro por mí. Y cuando digo que lloro, las lágrimas se me están resbalando por las mejillas, sin metáforas ni simbolismos. Lloro por mí y por todos los errores. Lloro por vosotros y lo poco nobles que fuisteis conmigo. Lo poco justos. Lo tan cobardes. Y yo no entiendo porqué.
Es mi puto momento, el día oportuno (o no) de quejarme por todos los reveses que me da la vida, por todo lo que se alejó o de lo que me alejé, porque desconfío de todos aquellos que pueden acercarse y lo que menos me apetece (y más hago) es encerrarme en mi habitación y estar sola. Sola. Sola. Porque como para hacerme compañía. Porque me faltan abrazos silenciosos que no preguntan. Porque ya no quiero a ningún hombre, ni sueño con que algún fantasma me visite las noches que estoy sola en casa. Porque me harto de hacer el papel de quejica-sin-pareja, porque no soy tan buena actriz, al fin y al cabo. Porque mi último polvo fue pésimo. Porque no me gusta la imagen que muestro. Porque no recuerdo la última vez que fui al cine. Porque me han rechazado la instancia y el segundo cuatrimestre tengo doce asignaturas. Porque todo el mundo intenta ayudarme y me agobio. Porque mis padres cada día se mueven peor, se cansan más y están más viejos. Porque mis abuelas murieron. Porque mis amigas o viven fuera o están estudiando. Porque no tenemos tiempo para nosotras. Porque no sé lo que es una policlausal. Porque me siento dependiente en exceso. Porque sólo quiero una noche de abrazos o de risas o cervezas, de cualquier cosa que huela a libertad...
"Pájaros en la cabeza y volar..."
(Ahora ya, mucho mejor).
Hoy me prometí soltar las últimas lágrimas por ti y no pude evitar reírme cuando me hice esa promesa. Hace tanto que no lloro por ti, ni por tu recuerdo, ni por lo que fuimos... Hace tanto, que la promesa sonaba a guisantes congelados, olvidados en el último cajón, cubiertos de escarcha. Ahora lloro por mí. Y cuando digo que lloro, las lágrimas se me están resbalando por las mejillas, sin metáforas ni simbolismos. Lloro por mí y por todos los errores. Lloro por vosotros y lo poco nobles que fuisteis conmigo. Lo poco justos. Lo tan cobardes. Y yo no entiendo porqué.
Es mi puto momento, el día oportuno (o no) de quejarme por todos los reveses que me da la vida, por todo lo que se alejó o de lo que me alejé, porque desconfío de todos aquellos que pueden acercarse y lo que menos me apetece (y más hago) es encerrarme en mi habitación y estar sola. Sola. Sola. Porque como para hacerme compañía. Porque me faltan abrazos silenciosos que no preguntan. Porque ya no quiero a ningún hombre, ni sueño con que algún fantasma me visite las noches que estoy sola en casa. Porque me harto de hacer el papel de quejica-sin-pareja, porque no soy tan buena actriz, al fin y al cabo. Porque mi último polvo fue pésimo. Porque no me gusta la imagen que muestro. Porque no recuerdo la última vez que fui al cine. Porque me han rechazado la instancia y el segundo cuatrimestre tengo doce asignaturas. Porque todo el mundo intenta ayudarme y me agobio. Porque mis padres cada día se mueven peor, se cansan más y están más viejos. Porque mis abuelas murieron. Porque mis amigas o viven fuera o están estudiando. Porque no tenemos tiempo para nosotras. Porque no sé lo que es una policlausal. Porque me siento dependiente en exceso. Porque sólo quiero una noche de abrazos o de risas o cervezas, de cualquier cosa que huela a libertad...
"Pájaros en la cabeza y volar..."
(Ahora ya, mucho mejor).
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