12/19/2007

Creación

Algunas noches no escribo, sólo dibujo palabras en mi mente. Callo, observo y pienso... Esas noches son las que te pienso, las que te dedico, las que te sueño, las que te invento. Y tú me sigues, saltas de idea en idea como si fueras un niño... el niño que eres.
Esas noches son noches puras, repletas de inspiración y te desnudo en imágenes y recorro mi cuerpo con la lengua creándote...
Te hice de mí. Naciste de las profundidades abismales de lo que soy. Repleto de recuerdos y, a la vez, desmemoriado... algo enseñado y siempre dulce y amargo... como los caramelos de mora.
Te llamé de muchas maneras y me pusiste muchos nombres. Marcaste mi realidad sin desearlo y el mundo me pregunta ¿por qué? Me gustas, me encantas, me chiflas, me conviertes en otra cuando me toco y me siento. Te necesito. Te necesito tanto... Eres la respuesta a mi pregunta de ¿para qué vivir? Eres todo. Eres yo misma. Te acicalo y te arreglo y sigo siendo yo. Te miro, te sueño, te mejoro (o, al menos, lo intento) y sigo siendo yo. Esa es tu magia, que es mía. Porque tú eres en tanto en cuanto yo soy. Primero fui yo, después viniste tú. Tu llegada no creó nada que no fuera antes, pero traje conmigo cosas mejores. Quererme, amarme. Siendo yo el sujeto del verbo y siendo también el objeto. Ser yo para mí, sin necesidad de pasar por un tú.

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