9/13/2009

Limpiando cajas

Teníamos que darte la enhorabuena. Por fin lo habías conseguido. Nos habías dado a todos por el culo. Y con doble de sal. Olé tus huevos, tus cojones y todo lo que sea a pares. Como los cuernos. Olé tus huevos.
Cuando este punto llegó, a mí ya me habías tocado todo.
No tuviste bastante y querías más.
Nosotros nos empeñábamos en pintar flores en las esquinas. En los rincones más oscuros dibujábamos bombillas. Todo era mejor que el sol oblicuo del invierno. Pero tú sólo sabías clavar la mirada. Siempre marcando la diferencia desde tu jaula. Me cago en la puerta de barrotes de oro. Me agarro los machos y llamo a mis amigos. Llámalo orgullo. Orgullo de ser.
Si no era vergonzoso, era humillante y, si no, las dos. Olé tus huevos.
La cara debería caérsete a trozos.