Sintió que, por fin, podía dejar de luchar. Miles de cadáveres se amontonaban formando un terrible paisaje de sangre y vísceras. Creyó que todo había acabado. Destruyó uno tras otro todos los fantasmas que se presentaron ante ella. Era libre. Al menos, eso pensó durante medio segundo; pronto sonaron caballos a lo lejos, llegaban nuevos fantasmas, seres al galope preparados para torturarla. Sólo tenía una salida: seguir luchando, seguir ganando aceptando las heridas como triunfos pasajeros. Intuía que la batalla final no llegaría hasta mucho después cuando su cuerpo fuera enclenque y su alma más fuerte, cuando la naturaleza estuviese lista para llevársela.
Las imágenes de este blog no me son propias, en la mayoría de los casos las copio de otros lugares que cito. En el caso de que encuentres aquí una imagen propia y desees que desaparezca, comunícate conmigo por favor.
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