7/15/2009

Julio y 1/4 (I)

Era uno de esos días en los que siento que nadie me mira suficiente, quizá porque la primera que mira hacia fuera soy yo.

Llegaste a casa con la buena nueva. Te miré con la sonrisa de pedir abrazos sin mediar palabra. Siempre se me olvida que no sabes qué mirada es, así que me quedé sin caricias. Estabas tan feliz... hacía días que no te veía así... Por eso, cuando me dijiste que saldrías, me puse la máscara del claro que sí. No te dije que quería que te quedaras a dormir conmigo. No te pedí que me abrazaras muy fuerte ni que nos encogiéramos el uno en el otro; tú querías estar fuera y yo me iba curvando y doblando. Juan había llamado. Era su noche y quería follar. No me apetecían cuerpos extraños entrando y saliendo, ni pieles sudorosas, ni besos babosos, ni dormirme con el olor a sexo en la nariz. Le dije que no. Se enfadó. Repitió que era su noche, su turno y que quería follar conmigo. Le dije que bien, que , pero que yo no estaba, que me había fugado del mundo. Entendió el mensaje. Masculló tres o cuatro insultos y cambió el tono. Me preguntó por ti y tus planes. No le dije nada. Lo intentó un par de veces más y colgó sin despedirse. Los monosílabos son los dientes rotos de la conversación.

La llamada de Juan no mejoró las cosas. Tiré el sí, por favor, fóllame hasta que reviente y tócame para poder sentir algo a la basura y cogí el cartón de leche. Bebí a morro aunque generalmente me da asco y tengo intolerancia a la lactosa. Cuando cerré la nevera quise desnudarme e irme a la cama. En lugar de eso me quedé en el sofá. Vi tirado el camisón amarillo de tirantes. Sonreí. Aquel día había empezado muy bien. Me desperté con un pezón explorador y eso significa hacer lo demás con prisa porque se nos ha hecho tarde.