Espejismo
Sintió que, por fin, podía dejar de luchar. Miles de cadáveres se amontonaban formando un terrible paisaje de sangre y vísceras. Creyó que todo había acabado. Destruyó uno tras otro todos los fantasmas que se presentaron ante ella. Era libre. Al menos, eso pensó durante medio segundo; pronto sonaron caballos a lo lejos, llegaban nuevos fantasmas, seres al galope preparados para torturarla. Sólo tenía una salida: seguir luchando, seguir ganando aceptando las heridas como triunfos pasajeros. Intuía que la batalla final no llegaría hasta mucho después cuando su cuerpo fuera enclenque y su alma más fuerte, cuando la naturaleza estuviese lista para llevársela.
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