Descubriéndome
Últimamente reflexiono bastante sobre la gente que me rodea o quizá debería decir de la que me rodeo. Sí, creo que en este punto de mi vida es lo más correcto. Últimamente reflexiono bastante sobre la gente de la que me rodeo. Entre ellas se encuentran personas que me han obligado, la mayoría sin saberlo, a “despertar” del sueño en el que andaba metida. Resulta curioso que muchas de ellas también anden perdidas o, al menos, eso me parece a mí. En cualquier otro momento (apenas unos meses) hubiese ido corriendo a ayudarles, a hablar con ellas, a hacerles notar su estado onírico. Ahora no. ¿Cómo puedo despertarlas ya si yo casi tengo los ojos cerrados todavía? ¿Cómo puedo despertarlas sin saber si quieren ser despertadas? Lo único que puedo hacer es hablar con ellas, como hago ahora, contarles mi historia y dejad que ellas mismas decidan o simplemente, que esperen a que les ocurra. Vosotros que no me conocíais antes de ahora podéis no ver diferencia entre una cosa y otra. Es simple, al darme la libertad de ser, vi la libertad de los demás, también para ser lo que ellos mismos decidan. No sé si el cambio me hará más feliz, como tampoco sé si aquel que, creo, vive siguiendo las normas sociales no está viviendo sus propias normas (y a la inversa).
Sé que no tengo poder, sé que soy débil, sé que me equivocaré... y extrañamente me siento más poderosa, más fuerte y segura que nunca.
Siempre me sorprende mi capacidad de perder el hilo cuando hablo o escribo. La gente de la que me rodeo ahora mismo es un poco particular. Estoy viviendo en Alemania y “mis amigos” quedan ahora un poco lejos. He hecho otros, gente a la que ahora llamo amigos sin dudarlo y que no sé por cuánto tiempo estarán en mi vida. Entre ellos se incluyen algunos que conocí al llegar y otros que he tardado más en descubrir. Estos últimos son los que acabaron de cortar la venda de mis ojos. Y digo acabaron, descubrí hace no mucho que sin subir el primer escalón, no se llega al segundo.
“Mis amigos” españoles (de España) han cambiado. Uno recorrió Vietnam durante un mes, otra descubrió el sexo, otra me dejó que la descubriera de nuevo, otro intentó no echarme de menos, otras me han apoyado continuamente y se han enamorado y desenamorado. Y todo esto, que resulta bastante inconexo, es cierto, viene para hablar de “una amiga” (aquí las comillas resultan tremendamente irónicas) que me hizo darme cuenta de cómo estaba cambiando yo. Digamos que me hizo lo que vulgarmente se llama una putada. Defiende su postura con unos argumentos que antes me parecían válidos... gracias al mundo, ya no. Me resulta increíble ahora que pudiera haberlos entendido en algún momento de mi vida.
La vida demuestra todo su valor irónico en casos como el que acabo de contar. Durante años defendemos unas ideas, unos sentimientos que nos parecen válidos y casi absolutos y, de repente, sólo dos años después somos capaces de refutar cada uno de ellos.
Cuanto más escribo para este blog, más ideas se me ocurren, más cosas sobre mí que explicar o decir... para poder leerlas. La decisión de mantener mi nombre oculto, de no decir quién soy, de no mostrar una imagen con mi cara... me da miedo y me impone respeto a la vez. La decisión ha sido tomada sin darme cuenta, creo que necesito un poco de tiempo para acostumbrarme a mi reflejo, llevan siendo ya bastantes años de no identificarlo y lo mismo me asusto.
4.7.06
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