Llevo todo el día escuchando esta canción en el mp3. Lo curioso es que no sé porqué.
Dicen que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Yo no lo sé. ¡Hoy no sé tantas cosas! Y me siento feliz, así, en esta ignorancia consciente no exigida, no justificante.
Venía hoy pensando en sentarme y escribir (quizá animada por los últimos comentarios, gracias miles)... Pero me daba pereza, porque en cuanto enciendo el ordenador me abro al mundo, a la gente que está siempre conectada y con la que hablo, a las páginas webs, a ese mundo que es Internet y su realidad virtual, que de todo tiene incluso inactividad.
Me da pereza porque para escribir necesito recogimiento y mi madre ha venido en seguida a casa y así no se puede. Soy bastante capaz de hacerlo en los bares, con mi Moleskine (ya voy por la tercera, creo) y mi boli de punta fina, para poder leer mejor; aunque estén llenos de gente. Eso no es importante. Soy capaz de hacerlo, supongo, porque me aíslo del resto. No les conozco, no me resultan relevantes más allá de la simple imaginación y creación de vidas. Creo que, en gran medida, tampoco quiero conocerles. Bastante tengo ya con los míos, tan grandes, tan importantes y tan lejos, de repente.
...Y escribir en el blog tiene sus peligros, se llaman visitantes anónimos, que controlan, saben, conocen y esperan el momento oportuno para notificarlo. A veces no me gusta que ellos lo sepan, porque se equivocan, inventan y llegan a puntos que no son. Supongo que los que tenéis un blog sabéis a lo que me refiero. Forma parte de esto supongo, quizá sea el precio.
Todo el día, con una sonrisa mientras pienso que